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Os vellos mestres: Hipólito de Sa Bravo

by o 11 Xuño 2010

Nesta primeira fase –imos ao compás dos arqueólogos e tamén nós estamos a rozar o terreo- continuamos achegando información sobre A Lanzada e os seus ritos, entresacada dos escritos de persoeiros e vellos mestres. Tempo habéra, despois, para afondar –coma eles- no mundo mítico e nos aspectos psicosociais que subxacen nas crenzas e prácticas que están en boca de todos.

Agora que a baraka de Zapatero cotiza á baixa, cos agoireiros predicando que estamos a piques de entrar nunha nova Idade do Ferro, pode ser o momento axeitado para recuperar ou teimar en certos costumes sinxelos. Por exemplo, xuntarse en amigable compaña –non coa Santa- con algo que libar e algunha vianda e disfrutar dunha boa conversa. Nada comparable a un paroleo relaxado e, a poder ser, unha miguiña enxeñoso. Iso si, convén non esquecer aquela máxima que di que os intelixentes charlan sobre as ideas, os mediocres fican no anecdótico e os cortiños falan das persoas.

Vén isto a conto porque estou a rememorar unha agradable velada no Hotel Pazo Santa Tecla. Corría o ano 1990 e na Guarda se estaba a celebrar o II Congreso Gallaecia. Rematadas as sesións, chegada a noitiña, estabamos reunidos, no hotel, diversos asistentes en torno a Xosé Carro e Hipólito de Sa. Escoitar aos mestres, de verba fácil e ricaz, deleitándonos coa súa sabedoría, deixounos un recordo inesquecible.

Velaí a xustificación da “presenza” hoxe neste blog de Hipólito de Sa, polígrafo, fundador do Grupo Cultural Amigos del Románico e autor da magna obra El Monacato en Galicia. Hipólito faleceu no ano 2001, máis agora revive nestas verbas sobre o baño da Lanzada:

Por una pescantina de Portonovo, la señora Rosa, de la que mi madre era, como ella decía, siareira, supe el ceremonial de la práctica supersticiosa de las nueve olas, eficaz para las mozas casadeiras, que querían ser madres, lo mismo que para las casadas que no tenían hijos. Días propicios, los sábados de luna llena, en meses que no tuviesen erre: mayo, junio, julio y agosto. Hora, las doce de la noche. Antes de esa hora la ofrecida daría nueve vueltas alrededor de la capilla de Nuestra Señora, que está en las inmediaciones de la playa, rezando después de cada tres vueltas un Ave María y la siguiente exclamación: Nosa Señora da Lanzada, polo fillo que pariches, fai que quede preñada. Después el baño señalado, introduciéndose la paciente, desnuda de cintura para abajo, en el mar, esperando las olas hasta el número de nueve, ni una más ni una menos, que le habían de llegar al vientre, mientras la curandera, en cada vaivén de las olas decía su correspondiente ensalmo. Seguía la cena y la ofrenda que se llevaría a la Virgen de La Lanzada el día de su fiesta. Una vez más vemos como la práctica supersticiosa, completamente pagana, se une al culto y veneración dun santo, en este caso al de la Madre de Dios, que aquí se extrema y paganiza sensiblemente, pues la ofrecida, antes de la primera relación con su marido, si era casada, y con el hombre, del que quería tener un hijo, si era soltera, debería rezar un Ave María o repetir lo de Nosa Señora da Lanzada.

Me sorprendió, en la relación que de la ceremonia me dio la señora Rosa, lo de las mujeres solteras que también iban a La Lanzada, deseosas de ser madres sin estar casadas. Pronto ella resolvió mis dudas y sorpresa, al decirme que eran mujeres sin esperanza de casarse y no sobradas de fortuna, y que deseaban un hijo o hija para tener un amparo en la vejez. Después me citó varios casos de mujeres de su vecindad, a las que el hijo o hija que tuvieran de soltera, les eran de verdad la ayuda y compañía, que en muchas ocasiones los hijos de matrimonio non dan a sus padres.

(Hipólito de Sa Bravo, Creencias del costumbrismo religioso en Galicia, Diputación Provincial de Pontevedra, 1991, pp. 75-76).

Texto e fotografía de Buenaventura Aparicio Casado.

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