O bruar do mar da Lanzada
Por casualidades da vida o noso equipo de traballo do Laboratorio de Patrimonio do IEGPS segue a estela da vella Arqueoloxía galeguista retomando intervencións en xacementos míticos como Neixón, Montealegre ou, agora, A Lanzada. Quizabes por iso reivindicamos a crítica historiográfica como ferramenta básica para establecer os alicerces dos nosos proxectos. Coñecer o contexto no que traballaron no seu día os que nos precederon é fundamental para analisar a maneira de conceptualizar e pensar os sitios arqueolóxicos ao longo do tempo. E a Política, o Poder e a imaxinación teñen moito que ver nisto. Como en Neixón, no caso d’A Lanzada topamos cuns personaxes polifacéticos que pouco teñen que ver co perfil microespecializado das novas xeracións de arqueólogos e arqueólogas. Xosé Filgueira Valverde ou Antonio Blanco Freijeiro tiñan unha formación erudita enciclopédica e o seu discurso arqueolóxico difire das aburridas memorias de escavación actuais. Nos posts que seguen divugamos traballos destes dous autores (algúns inéditos) vencellados coa paisaxe cultural d’A Lanzada. Comezamos polo marinense Blanco Freijeiro, recollendo a súa literaria introdución á memoria das escavacións n’A Lanzada publicada en 1961:
En el confín occidental de la Tierra del Salnés, donde la península bañada por las rías de Arosa y de Pontevedra hace frente al Atlántico, se extiende el arenal de La Lanzada.
Buena parte de él cabalga sobre el istmo que lleva al promontorio del Grove. El paisaje tiene allí singular magnificiencia; antes de aquietarse en las rías, el océano hace espectacular alarde de su poder, y las olas y los vientos desencadenan todas sus energías sobre la tierra. El ronco son de los temporales de invierno –“o bruar do mar da Lanzada”- se deja oír a menudo con tono amenazador en los ámbitos recogidos de las rías.
Viniendo de Pontevedra el último villorrio de pescadores es Portonovo; tras él, la carretera que bordea el litoral atraviesa parajes escasamente poblados, donde el labriego ha de defender sus tierras contra el avance de las dunas y amparar su casa con altos setos de laurel contra el viento salobre. La estampa idílica de las rías se transfigura paulatinamente: los pinos se van haciendo más raros, para desaparecer al fin; con ellos se acaban también los caseríos. El horizonte, sin cimas, se ensancha en amplias y suaves lomas, en playas de crujiente arena cristalina y rocas festoneadas de espuma. A la vuelta de un cerro, el paisaje se desprende de sus últimos adornos y ofrece a la vista el panorama depejado de La Lanzada y del mar abierto, con las islas de Ons a un lado y, más distante, la de Sálvora al otro.
La dinámica acción del mar ha labrado en esta costa una línea de playas separadas por promontorios que tenazmente se mantienen tras el juro de escollos arrancados por el agua de su entraña granítica. Sobre uno de estos peñones se levanta la ermita de Nosa Señora da Lanzada; otro forma una pequeña ensenada, donde los pescadores de Toalla cobijan sus dornas, varándolas en la arena; a partir de aquí, la comba de playas se dilata sin pausa hasta el límite de la península del Grove.
Figura: plano da ubicación do xacemento d’A Lanzada realizado por A. Blanco Freijeiro.
Fonte: Antonio Blanco Freijeiro. 2002. Ensayos Gallegos. Pontevedra: Excma. Deputación de Pontevedra [páxs. 35-7]
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